Llegamos a SHANGHAI a las 8 de la mañana de un lunes después
de más de 15 horas de vuelo. Teníamos que trabajar, pero por suerte Natalie
estaba tan destrozada como nosotras, y decidió ir al hotel a descansar un rato. Ya en el taxi camino del hotel, me di cuenta que esa ciudad no se parecía en nada a
ninguna en las que había estado antes.
Shanghai es ENORME. Es una de las ciudades más pobladas del
mundo con casi 20 millones de habitantes, y tiene una cantidad de rascacielos
recubiertos de pantallas de leds incontable. Shanghai, en chino : 上海, significa “por encima del mar”.
Y sí, cuando estás en la planta 15 del hotel desayunando, te das cuenta de que
estás por encima del mar y de todo. Es realmente IMPRESIONANTE. Incluso cuando vas por la calle impresiona.
Te sientes muuuy pequeña, casi insignificante, una aguja en un pajar.
Como os he dicho, fui a trabajar, pero por suerte, Jose, un buen
amigo, está viviendo allí, y decidí quedarme un día más con Katia, mi
compañera, para hacer un poco de turismo :)
Durante la semana, después del trabajo, Anie nos llevaba a
cenar a restaurantes de comida china DE VERDAD. Nada que ver con los chinos de
aquí tipo Dinastia III, o Templo Feliz I. Nada que ver. En uno de los restaurantes con vistas al Bund, pude comer el fruto de de la flor de loto relleno de
arroz, y en otro, los mejores din sums del
mundo mundial! Ah, y la comida china pica. Nunca lo hubiese dicho. Es picante y dulce.
Dos de los barrios más turísticos de Shanghai son El Bund y Pudong,
que están separados por el río Huangpú. En El Bund hay algunos de los edificios
más simbólicos de la etapa colonial, 52 exactamente, y destacan por no tener
nada que ver con su entorno, parece que estás en Les Champs Elysees de París,
por ejemplo.
Pudong es el centro comercial y financiero más importante de China..
En él se concentran los rascacielos más altos y emblemáticos de la ciudad, y
crean uno de los skylines más jevis que nunca he visto. Allí está la Oriental
Pearl Tower, a la que subimos el día que estuvimos de turistas. Es la cuarta
torre de televisión más alta del mundo, y la segunda “bola” tiene el suelo de
cristal. Y sí, hicimos de guiris y nos tumbamos en el suelo para sacarnos fotos
como si estuviésemos en las nubes. Y un poco lo estaba, porque nunca me había
imaginado viajar a China, y allí estaba yo, con mis converse baratas del fake
market, y con shanghai a mis pies.
El jueves por la noche katia y yo fuimos a pasear por Tianzifang. Un barrio
antiguo, de calles estrechas con casitas de techos bajos. Es una zona donde se concentran galerías de arte y un montón
de tiendas monísimas con un montón de cositas monísimas (también) hechas a mano, o diseñadas con un gusto exquisito. Tiene un
encanto especial, lo descubrimos de noche y nos perdimos por sus callejones, mientras no podíamos parar de mirar dentro de todas las puertas abiertas a las callejuelas, en un de las tiendas hasta nos invitaron a comer sandía (super dulce) unos chicos muy simpáticos. Nos gustó tanto ese pequeño oasis en medio de la selva de cemento, que decidimos volver de día. Y lo hicimos, y desayunamos uns capuccinos fantásticos.
Era super
bonito, era tipo el Born aquí en Barcelona. Compré muchas cosas, y gracias a Katia no compre muchas más :D
Por último fuimos a visitar el Yuyuan Garden, un jardín construido en
el siglo XVI, que recrea a los jardines imperiales de la antigua china. Muy
bonito y muy grande, y muy chino. De hecho, lo más chino que vi. Pero hacía
tanto CALOR que era imposible respirar… estuvimos un rato, hicimos unas fotos,
flipamos con el puente en zig-zag y la cantidad inhumana de gente cruzándolo, y
nos fuimos corriendo a buscar un taxi. Aire acondicionado, por fin.
Esa misma noche Katia y yo nos despedimos de Jose, Fabrice y Lisa, que
nos trataron de maravilla en su casa, y cogimos un avión rumbo occidente. 12
horas de vuelo pensando en las maravillas de la ciudad que mira por encima del
mar. ( Y recordando la noche con los chicos de fiesta en un club gay, y recordando cuando casi muero arrollada por una moto al bajar de taxi en la acera, on en la cantidad de bicis que hay, y también la cantidad de gente que hay y la vida que hace en la calle, o en el picaporte antiguo q me compré en un rastrillo precioso, o en el señor semidesnudo que apareció al abrirse la puerta del ascensor, o...)